Si Miguel Grau estuviera vivo, ya hubiera destituido con deshonor, al impasible Almirante de la Marina de guerra de Puno, que, ante la urgencia de proveer equipos necesarios para el rescate de los cuatro ingenieros puneños, accidentados en Cusco, ha actuado como un vil enemigo de guerra, señalando fríamente: “no es mi jurisdicción”.
Esta frase funesta no solo nos recuerda la sordidez humana que nos gobierna y que ahora reina en la Marina puneña, sino también que nos lleva a extrañar la excelsa humanidad de Miguel Grau, quien, en plena guerra con Chile, con los enemigos vencidos y agonizantes, decidió, por encima de todo, salvarles la vida y ponerlos a buen recaudo. Fue una acción tan magnánima, tan superior del alma, que hizo que el enemigo, a pesar de la guerra, gritara a viva voz “viva el Perú generoso”. Estas acciones, señores marineros de Puno, son las que diferencian a los grandes hombres de los pequeños. Y ustedes no están dentro de esa grandeza, porque Grau entendía la vida de otro modo, con compasión y humanidad, contrario a ustedes que son el revés de estos valores.
Lo que ahora voy a decir es que, no solo la Marina se ha mostrado indiferente e inconmovible ante la desgracia de estos cuatro ingenieros puneños, sino también el gobierno central, sus altas direcciones y los medios de comunicación capitalino. Ninguno de ellos ha ofrecido un pan, un abrazo o un titular en medios, siquiera, para que esta búsqueda acabe o se mejore. Su accionar, viene siendo el de siempre: de abandono y discriminación. No creo excederme al calificarlos de esta manera, pues comparado con la historia de Ciro Castillo, donde se movió, ministerios, medios y rescatistas de diferentes naciones, a estos cuatro ingenieros puneños no se les ha dado la más mínima atención. Aun cuando el motivo del accidente fue por labor profesional, mientras que el de Ciro Castillo por una aventura de campo con su enamorada.
Ver esta espantosa indiferencia a cuestas no provoca resignación, sino ira acumulada de los muchos casos en que el gobierno ignora y minimiza a los puneños. Si uno quiere conocer los extremos de la frialdad, la discriminación y la irremediable maldad del gobierno basta con ver su accionar ahora, frente al caso de estos cuatro ingenieros puneños. ¡Ninguno es compasivo! los gritos de auxilio y desesperación que emiten los padres de estos cuatro jóvenes no los conmueve. Por lo tanto, la búsqueda persistirá, como una cruz sobre la espalda de estas familias.
A mi edad, siento que creer o pedir algo al gobierno es inútil. El único medio que veo factible es colaborarnos entre puneños, entre sangre, entre lengua, entre color de piel, y esa colaboración hará que nuestros cuatro hermanos accidentados aparezcan otra vez, retornen a Puno y no partan nunca más. Ya se ha visto muchas veces en nuestra historia, que el gobierno ha brillado por su abandono, de manera que llamados estamos todos para auxiliar a los que nos necesitan. Nadie más lo hará, nadie se apiadará, a cualquiera le puede ocurrir.
No quisiera terminar sin preguntar ¿De qué forma viene apoyando el gobierno regional y el gobierno municipal de Puno? Y los congresistas ¿estarán apoyando? Solo espero que no formen parte del rostro impasible que gobierna ahora al Perú.