El racismo y clasismo son dos rasgos que sigan el comportamiento de la congresista María del Carmen Alva, expresidenta del Congreso de la República.
Varios actos de esos dos rasgos han quedado registrados en audios y videos. El último ha sido el jaloneo a la congresista Isabel Cortez, una sencilla trabajadora municipal. Es, a diferencia de los demás, un acto físico.
Ese racismo y clasismo es de vieja raigambre oligárquica, en un Perú que creíamos post oligárquico. Con la señora Alva parece que volvemos a ese período. Y volvemos sin parar.
En realidad, el racismo y clasismo colonial y oligárquico nunca fueron cancelados. Continuaron existiendo y reproduciéndose en sus herederos a través del «choleo», una de sus expresiones. Ellos extrañaban ese pasado. Ahora, se ha intensificado.
En efecto, a la división del Perú en «blancos» e «indios», que hizo en uno de sus discursos, se suma ahora el racismo con violencia física. Su discurso encarna un racismo violento. Encarna odio.
Las élites criollas y blancas están pasando de los «ciudadanos de segunda» de Alan García, refiriéndose a los indígenas del «Baguazo», a considerar que en Perú hay dos repúblicas: una «república de blancos» y una «república de indios».
Esas dos «repúblicas» serían la reproducción, con un cambio, de las reformas que Francisco de Toledo aplicó en la década de 1570, la división de las poblaciones en dos repúblicas: la «república de españoles» y la «republica de indios». Ese es el anhelo subyacente de las élites criollas y blancas.
Hay, qué duda cabe, una acelerada involución y división de dos Perúes en curso en un contexto de crisis política crónica, descomposición institucional y entronización del crimen organizado en la cúspide política.
La posibilidad de un país republicano y de cuajar como un estado-nación se están yendo realmente al diablo. Del «Estado Empírico» (frágil, inautentico, corroido por impurezas, etc) de Basadre estamos pasando a un Estado mafioso y/o criminal. Y no hay, a la vista, un proceso alternativo a éste desde la sociedad.
