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BICENTENARIO: Mujeres guerreras en la independencia del Perú

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En el pedazo de un tronco silvestre se cuenta la historia de María Parado de Bellido, que aparece como un apu, un cerro tutelar, que rompe las cadenas. “No estoy aquí para informarlos a ustedes, sino para sacrificarme por la causa de la libertad”, dijo poniendo el pecho a los realistas.

Como no sabe leer, a Gaudencia Yupari, maestra pionera de las tablas de Sarhua, su hija, Violeta Quispe, tuvo que leerle y orientarla. Y en el proceso de investigación, ambas aprendieron más de la heroína ayacuchana.

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“La nueva generación desconoce de las mujeres que trabajaron desde el campo para poder lograr la libertad”, recuerda Violeta Quispe, quien participa de la muestra con una tablón donde cuenta el papel de las mujeres de Cangallo y del propio Sarhua, también expertas jinetes como los varones.La exposición temporal “Las independencias regionales. Guerra, mujeres y participación popular” se presenta en dos ambientes del Lugar de la Memoria (LUM), en Miraflores.

“Lo que queremos mostrar con la exposición son tres cosas: las regiones, el papel de las mujeres en el proceso independentista y la participación popular en estos hechos”, resume Enrique León, curador de la exposición.

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Cronológicamente, abarca acciones y personajes que lucharon desde 1780, la rebelión de Túpac Amaru y Micaela Bastidas, hasta 1824, en la batalla de Ayacucho.

Figuran aquí los dos personajes principales de la rebelión cusqueña de 1870, además de Tomasa Tito Condemayta y Cecilia Túpac Amaru, prima hermana de José Gabriel Condorcanqui. Ella tendrá un papel posterior en la segunda etapa de la rebelión. La artista cusqueña Delfina Nina ha interpretado, tomando como base sus autorretratos, a Cecilia, quien falleció víctima de los 200 azotes a los que fue sentenciada.

El paso de las tropas patrióticas de Álvarez de Arenales por el Centro inspiró a las poblaciones a enfrentarse a las tropas realistas. El artista imaginero Antonio Páucar ha tallado pequeños cuerpos cercenados de hombres y mujeres para representar la masacre indígena que fue la batalla de Azapampa, de enero de 1820, en Huancayo.

Si se habla de imaginarios y ausencias, un referente son las estampillas. En 1971, Correos del Perú publicó las colecciones “Sesquicentenario de la Independencia” y “Precursores e imágenes de la independencia”. De las 20 estampillas, solo una corresponde a una mujer, Micaela Bastidas.

Honor a las rabonas

Foto: El Peruano

Los otros personajes fundamentales de esta guerra fueron las rabonas. “Sabemos que fueron llamadas así porque a los caballos sin cola se les llama ‘rabón’. Y cuando esas mujeres se unían a las batallas, para olvidarse de estar peinándose, se cortaban las trenzas”, explica Enrique León.

Destaca que hablamos de mujeres aguerridas, “de avanzada”, que se preocupaban de la logística, de preparar la comida, y en los casos en que sus compañeros caían, estaban prestas a sumarse al ejército. Lo grafica mejor la historia de Victoria, de 1821, una rabona que pierde a su familia y toma el fusil para continuar con la lucha por la independencia.

Se trata de uno de los dos cortos de Jorge Luis Chamorro, que forman parte de la muestra. Y Pollera de rabona, que es una bella interpretación tejida por Liliana Ávalos para representar a esas mujeres fundadoras de la República, a pesar de ser poco visibilizadas.

Se recuerda el papel de las mujeres indígenas de Jauja, ligadas al beaterio de Copacabana, seguramente, quienes escribieron en 1821 el manifiesto de “Las yndias de la vecindad de Lima a los solsados americanos del exercito real”, escrito en quechua de la zona Central y firmado como “Las Peruanas”, donde preguntan a los compatriotas que integran las tropas realistas: “¿Hasta cuándo estáis desunidos de nosotros?”.

Un grupo femenino fue tempranamente reconocido. En 1822, 157 mujeres recibieron la Orden del Sol, creada por el general José de San Martín, por su desempeño en acciones locales y regionales. Entre ellas hay 34 religiosas. El Libertador Simón Bolívar haría lo propio en 1825, entregándoles una medalla y busto del propio militar, a 24 mujeres. La mayoría de este grupo eran de Lima.

La sala Yanayapaq es la más extensa de la muestra. Ahí también el visitante puede hallar obras y biografías sobre pequeñas heroínas locales. Como las referidas a Rosa Billanueva, la única mujer e indígena que figura en una lista de 408 ciudadanos de la ciudad de Virú que donaron seis mil pesos a favor de la causa patriótica.

Otras heroínas

O la señora Goñi, quien en Huánuco propiciaba y organizaba encuentros con el fin de que los patriotas pudieran organizar sus tropas. Un retablo de 1978 de Edilberto Jiménez recuerda la imagen de Ventura Ccalamaqui, quien, según la tradición oral, se enfrentó con un grupo de huamanguinas al Ejército realista en Ayacucho.

Un óleo sobre Matiaza Rimachi, mujer ahora reivindicada en la región Amazonas, como una de las principales patriotas de la batalla de Higos Urco contra las milicias realistas. Y Petronila Abeleyra, patriota tarmeña, esposa del militar argentino Francisco de Paule Otero y partícipe de las campañas militares de 1820 a 1825.

El arte se hace simbólico para vindicar a quienes no sabremos jamás sus nombres. El tejido Aywa, de Andrea Flores, parece una enorme escarapela en cuyo medio está una mujer sin rostro que representa la Pachamama. Kelly Hurtado hace lo propio: los nombres de las heroínas más conocidas se van deshilando en nombres comunes femeninos. Los hilos se unen y parten de hojas de coca, que también representan a la Madre Tierra. Y buscan, hasta hoy, su propia independencia. Indias, rabonas, nuestras patriotas.

Fuente: El Peruano

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