Una encuesta del IEP (La República) nos recuerda lo que ya sabemos: que a Dina Boluarte y al Congreso no los aprueban más que el propio entorno con el que cogobiernan. No es novedad. 78% y 91% de desaprobación respectivamente.
Representantes que no representan y gobernantes que no gobiernan. Una clase política que se sostiene sobre las balas porque cuando no hay legitimidad sólo queda la fuerza bruta.
Pero hay un dato que me parece más relevante en la encuesta de hoy. El cuadro que les dejo aquí abajo y que señala que una mayoría notoria (67%) está convencida en que las protestas o aumentarán o se mantendrán igual. Vale decir, que no habrá enfriamiento, agotamiento ni tregua.
Que el movimiento popular se mantiene o crece. Y es interesante que este sentir mayoritario se imponga pese al continuo bombardeo mediático que nos dice que las marchas ya se acaban, que todos están agotados o que la tregua se impone.
Este dato, en realidad, es de sentido común. Pese a quienes nos hablan de “primavera de estabilidad” en cada set de televisión y onda de radio, lo que vemos es que, si bien aumenta el porcentaje que cree que las protestas no sacarán a Boluarte o al Congreso, es evidente que esos hechos no se aceptarán resignadamente.
Y este es un dato que habla de la hegemonía del Perú movilizado que ha logrado construir un sentido común importante en la politización del país: que no hay un Perú que se resigna, sino que lucha sostenidamente.
Este dato es también interesante porque revela que no se puede medir el éxito de las protestas en función victorias concretas como la salida de Boluarte. Esto lo he oído de muchos analistas que consideran que es esa cuestión concreta la que define el carácter de la movilización.
Esto no es verdad. La gran victoria del Perú movilizado está en los sentidos comunes que está logrando imponer en el país pese a los poderes, y en su capacidad de marcar la agenda acorralando constantemente a un gobierno que sigue sin poder pisar siquiera las calles del país que dice “gobernar”.
Todos estos datos revelan la fractura entre la mayoría del país y sus “representantes”. En democracia eso se llama deslegitimidad. Se ve a los poderes aferrados al cargo y casi inamovibles, pero a la vez se prevé la respuesta ciudadana de manera contundente. Esto no sería posible sin el sostenimiento de las protestas que heroicamente están haciendo nuestros y nuestras hermanas a diario desde hace más de cien días.
Dos conclusiones concretas: No existe tregua posible y el aferramiento de los poderes en el gobierno sólo se traduce en que las protestas se sostengan y crezcan. Harían bien los referentes del análisis político en Perú en leer mejor no sólo las calles, sino también las encuestas. El sentido común es que las protestas se sostendrán incluso -o justamente por eso- si Boluarte sigue aferrándose al poder.
Y por eso es evidente que la gobernabilidad del país sólo es posible si Boluarte renuncia, se adelantan elecciones y se inicia el proceso hacia un nuevo pacto social. ¡Qué curioso! Lo mismo que llevan pidiendo quienes se movilizan desde el DÍA 1. No han cambiado ni una coma en sus demandas. ¿Por qué? Porque siempre tuvieron razón. Y es obvio que siguen teniéndola.
Sumarse a sus demandas y, sobre todo, a sus protestas es hoy defender la democracia. Sin peros y sin falacias.
Laura Arroyo Gárate
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