Por Jaime Antezana Rivera
Lo que empezó en el sur andino (Puno, Cusco, Apurimac y Ayacucho), se convirtió un fenómeno político nacional que pocos lo vieron venir.
Dos semanas antes de la primera vuelta, este fenómeno -por la tendencia de crecimiento que tenía- ya había ingresado a la disputa de la segunda vuelta.
Eso es lo que ocurrió. Las encuestadoras -para no perder credibilidad- recién lo ubicaron en el primer lugar en los sondeos no publicables de los días previos al 11 de abril.
Es decir, cuando su triunfo era ineluctable. Así fue como el profesor, rondero, campesino y dirigente magisterial Pedro Castillo se hizo de la primera vuelta y Keiko Fujimori en segundo lugar.
Tras su triunfo la mayoría, sobre todo la derecha narcofujimorista, creyó que su derrota en la segunda vuelta sería fácil. Creyó que era chancay de a medio. Pan comido.
Eso cambio, cuando empezó su campaña de la segunda vuelta. En su periplo por Ancash, La Libertad, Lambayeque y Piura, casi se metió al bolsillo al norte, otroras bastiones fujimoristas.
Entonces sobrevino una atroz campaña, que aún no acaba, de «terruqueo», de «chavista» y «comunista». Esa campaña contra él, esto hay que decirlo, lo empezó el progresismo caviar.
Carlos Basombrio y Hildebrandt le dieron legitimidad al «terruqueo». Según sus investigaciones, que eran de la Dincote que parece haber devenido en una unidad terruqueadora, Castillo era del Movadef.
Usando esa información, Castillo era -según una carátula del semanario de Hildebrandt- el candidato de Abimael Guzmán. Sobre eso la derecha, basándose en ideario de Perú Libre, levantó el «cuco» del comunismo.
¿Funcionó el «terruqueo» caviar y de las derechas?
No. Al revés: lo fortaleció. Y lo seguirá fortaleciendo. La gente ya no cree en esa arma que el fujimorismo utilizó por más de 25 años.
¿Funcionó el «cuco» del «comunismo» chavista o cerronista?
En Lima, en los sectores altos y algunas capas medias de capitales de región, sí. En las provincias de 23 regiones, no.
¿Por qué no funcionó ni funcionará el «terruqueo» más «comunista»?
Muy fácil: en ningún mitin de la primera vuelta ni de la segunda en curso, Castillo ha propuesto «confiscar», «estatizar», ni intervenir los medios de comunicación.
Lo que sí hubo son propuestas de signo autoritario, más no «comunista» ni «estatista». Desactivar el Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo, la Sutran, etc, fueron algunas.
Quizá la más importante fue el siguiente: «si el congreso no le aceptaba el referéndum para el cambio de Constitución, lo disolvía y convocaba a una asamblea constituyente que redacte la nueva Constitución».
Al darse cuenta que eran propuestas autoritarias y llevarlas a cabo de la manera como lo había planteado en las plazas publicas lo convertiría en un dictador, retrocedió y rectificó.
El debate en Chota, precipitado por Keiko Fujimori, fue un escenario donde quedó claro que sus propuestas eran de una izquierda nacionalista y populista que apuntaban a cambios estructurales.
Una nueva Constitución y la nacionalización de los recursos naturales son dos cambios estructurales que definen la naturaleza del proyecto que Pedro Castillo encarna.
La nacionalización entendida como revisión de los contratos y renegociación de los mismos, sea con las transnacionales o empresarios nacionales. Además, como un proceso de recuperación de la soberanía sobre los recursos naturales.
Por esa razón, post debate en Chota con sabor a triunfo sobre Keiko Fujimori, sus mítines no han dejado de ser multitudinarios. En Bagua Grande, en San Martin y Ucayali. La imagen en Pucallpa es contundente.
En conclusión, continúa la marea castillista. Es un fenómeno que, pese a la campaña sucia y la falta de un plan de gobierno con su equipo técnico, no ha dejado de crecer en el interior del país.
De las 24 regiones, 23 se alinean mayoritariamente con la candidatura de Pedro Castillo. Solo Lima con Keiko Fujimori, concentrado en los sectores A-B y parte del C.
Son las regiones vs Lima. Son los pobres vs los ricos y clases medias acomodadas. Es el nacionalismo castillista vs el Narcofujimorismo. Estamos cerca de la derrota del Narcoestado fujimorista.
Jaime Atezana Rivera