En abril del año 2016 una simulación de voto arrojaba que solo un 8 % optaba por votar blanco o viciado; en cambio, hoy las distintas encuestadoras arrojan valores cercanos al 25%.
Otro dato inquietante de estas elecciones es que, por primera vez, el candidato que va en primer lugar no supera el 20%, mientras en elecciones anteriores, los primeros lugares superaban ampliamente el 30%.
No hay duda: son “elecciones locas”, si se usan palabras para el público joven.
EFECTO COVID. Un factor subestimado por los observadores y que podría explicar la indiferencia y la desconfianza de los electores hacia candidatos de derecha, patrocinados por la prensa capitalina, fue el efecto que tuvo la crisis sanitaria sobre la opinión pública.
Un estudio de la empresa DATUM donde se le pregunta a ciudadanos sobre quién debería manejar o encargarse de actividades económicas claves para la vida de la ciudadanía, es revelador
64% opinan que los fondos de pensiones los debe manejar el Estado; 72% a favor de que las farmacias sean del Estado nuevamente; de igual manera opinan el 72% sobre la atención médica; 73%, en educación; 60%, bancos y 65 %, minería. Pasó algo similar respecto a si el público prefería empresas nacionales y extranjeras.
El estudio arrojaba dos temas tabú para los grandes medios de comunicación: nacionalismo y estatismo.
En suma, las muertes, los abusivos de las farmacias, el esfuerzo económico que significaron las clases virtuales, el colapso del sistema de salud, las miles de muertes y las penurias económicas cambiaron la percepción que la opinión pública tenía sobre el orden económico.
MANIPULAR ES MÁS DIFÍCIL. El segundo efecto de crisis sanitaria es que los grandes medios de comunicación sufrieron el descrédito por su apoyo casi incondicional a Martin Vizcarra y su silencio o minimización a escándalos como Reactiva Perú, los beneficios deshonestos de las clínicas, los abusos de la banca y las AFPs, la rapiña de las farmacias y clínicas y otros.
Las redes sociales fueron el medio de expresión a este rechazo y, justamente, fue ahí donde se comenzó a consumir información masivamente en desmedro de los noticieros televisivos. Esto se tradujo en la pérdida de poder para manipular la opinión pública.
Así se explica que las candidaturas patrocinadas por los grupos de poder: Forsyth, López Aliaga, De Soto y Fujimori jamás despeguen y tengan que recurrir a varias “ayudas” de las encuestadoras. (De Soto subió 6.7 puntos porcentuales en cuestión de días según IPSOS ).
LAS IZQUIERDAS. Esa encuesta podría explicar el estancamiento de Juntos por el Perú pues, en lugar de tomar en cuenta lo revelado por las encuestas de DATUM, Verónika Mendoza se dedicó a evitar los «palos» de la maquinaria periodística de la prensa capitalina.
De la misma manera sucedió con Yonhy Lescano quien en una de sus últimas entrevistas declaró que “cree en el modelo económico”, con todo desparpajo. Justamente su candidatura se estancó en las encuestas.
MÁS LA DERECHA, MÁS A LA IZQUIERDA
Con este panorama se explica por qué el candidato que apareció más a la izquierda del espectro político, Pedro Castillo, dio la sorpresa en la recta final de la carrera electoral.
También se explica el ascenso (auspiciado por Willax) de Rafael López Aliaga, otro candidato que ascendió con el discurso de sacar fuera a Odebrecht, eliminar los abusos de la banca y luchar contra los monopolios. “Yo sí le echo la culpa a Vizcarra de todas las muertes”, fue una frase que hasta suena empática luego de tanto dolor y corrupción.
En suma, los candidatos se comportaron como si la muerte no se hubiera paseado por el territorio nacional, cambiando la percepción que tenían los ciudadanos sobre el orden económico y, entre la impotencia de derecha y de izquierda, el centro del espectro político avanza rengueando a la presidencia tirando un poco para derecha.