Un tema tabú. A pocos días de cumplirse 15 años (2008-2023) del regreso de los militares en el Vraem, la principal zona de producción de coca y cocaína del país (más de 30 mil hectáreas de coca y unas 350 toneladas de cocaína), nadie quiere hablar ni investigar las relaciones entre el narcotráfico y los militares (no las instituciones).
Eso resulta, por decir lo menos, muy raro. ¿Por qué? Sin rastrear muy atrás las vinculaciones entre altos jefes y los oficiales con el narcotráfico, que arrancó en la etapa auroral de este negocio sino que es amplia, basta señalar que en los 80 y gran parte de los 90 tuvimos un narco-militarismo.

Altos generales con maletas de miles de narcodólares de «cupos’ de los narcovuelos; el narcoavion presidencial era un avión de la FAP, igual que otros aviones que utilizaron para enviar cocaína a EEUU y Rusia; los narcobuques de la Marina con cocaína, son algunos de los datos que confirmaron el narco-militarismo de ese período.
En el artículo que publiqué el 2014, tras siete años de presencia de los militares en el Vraem al que regresaron para desarticular al «narcoterrorismo» o remanente de SL, esbozo la hipótesis de que estaríamos asistiendo al surgimiento de un nuevo narco-militarismo en el Perú.

Este neo narcomilitarismo ha utilizado la lucha contra el «narcoterrorismo», al que ahora llaman Sendero Luminoso a secas y casi 15 años después no ha logrado acabar con la responsabilidad que le asignaron, para quedarse en el Vraem en nombre de la «pacificación». Y creado la idea que si las FFAA se retiran de está cuenca el terrorismo se desbordará.
Así, se ha hiperbolizó el «terrorismo» y el narcotráfico casi desapareció. En otras palabras, convirtieron al «terrorismo» del clan Quispe Palomino en el problema de seguridad más importante del país y el narcotráfico, el real problema nacional, en un problema anclado a ese «terrorismo» creado mediática y psicológicamente.

Asi, más allá de algunos intentos de erradicar los cultivos de coca y otras acciones, no se ha enfrentado el principal problema de seguridad nacional: el narcotráfico y el crimen organizado. El narcotráfico está casi liberado. En consecuencia, desde el año 2012 hasta la fecha, el Vraem se ha convertido en la meca de la coca y cocaína del Perú.
Pero no contentos con el fracaso de desarticular al grupo armado del clan Quispe Palomino, congresistas del ámbito militar, a través de una ley, le facultaron a los militares apoyar la lucha antidrogas en el Vraem y otras zonas con presencia de narcotráfico.
En ese escenario hay que analizar el surgimiento del nuevo narco-militarismo. Un narco-militarismo muy diferente al que cuajó en los 80 y 90.
Jaime Antezana Rivera