Cuando Alberto Quintanilla agarra un pastel, el dulce llega salado a su boca. Entre 1995 y el 2014 perdió seis elecciones para congresista, gobernador y vicepresidente… hasta que, por fin, casi de milagro, fue elegido para el legislativo en el año 2016… no cumplió su mandato pues ese congreso fue disuelto por Vizcarra.
Similar suerte tuvo en el año 1990 cuando fue elegido como diputado y poco después Alberto Fujimori disolvió el congreso y lo lanzó a la calle, junto a sus colegas, a punta de tanquetas y soldados.
El único periodo que pudo cumplir fue entre 1985 y 1990, en medio de una crisis tan profunda que los congresistas eran tan o más odiados que ahora y Sendero Luminoso cazaba izquierdistas como a patos en temporada.
Al margen de esa aparente mala suerte¿Por qué perdió seis elecciones si se trata de un tipo aparentemente honrado, bastante preparado, con buenos recursos, dueño de una emisora, inteligente y coherente?
¿Por qué perdía alguien de su talla mientras ganaba gente simplona y de comportamientos primitivos como Juan Luque o Richard Hancco?
Creo que sería buen tema para ahogar en una tesis pero apunto lo siguiente: una absoluta falta de carisma, su incapacidad para la hipocrecía y su nula inclinación por los espectáculos sentimentales.
Lucio Ávila era capaz de llorar arrodillado ante su madre delante de cientos de simpatizantes pero dudo que Quintanilla llore en un velorio.
Me contaron que para romper su imagen seca y distante, sus asesores lo convencieron para que baile tobas en el carnaval Juliaqueño. Fue un absoluto desastre. En su cara se veía el odio por lo que estaba haciendo.
«¿Qué hacia un intelectual como él bailando una danza boliviana entre gente borracha y calles llenas de charcos y baches?», pensó seguramente.
Ahí el punto: Quintanilla y varios de su tipo guardan una arrogancia del tipo intelectual: están convencidos de que están para pensar y no para la actuación, el fingimiento o la falsa sonrisa.
Los de su tipo están convencidos de que este mundo se mueve con ideas y los hombres se mueven con argumentos cuando la evidencia lo niega (nos mueven necesidades, miedos, frustraciones, ideas, costumbres, imposiciones, realidades materiales y muy pocas veces, ideas y razonamientos).
En suma, Quintanilla nació con más cerebro pero con menos corazón; con razonamiento pero sin carisma, con lectura de la realidad que se muestra abstracta pero sin lectura ni intuición ni cariño para el prójimo concreto.
PSDTA: Ahora todos están convencidos de que «se bajó» a Vicente Alanoca como un día el hacendado se bajaba al pobre pongo. Sabemos quien no votará por él.





