La persistencia de la esperanza
Por Eland Vera
Nuestros electores, especialmente los menos favorecidos, envían señales cada vez que ingresan a la cámara secreta. Hay un persistente deseo por convertir el voto en un deseo de progreso, inclusión, reconocimiento o mejora de las condiciones de vida. Situación diferente en los sectores medios y altos que gozan de un status privilegiado y no emplean el voto como reclamo o cuestionamiento.
Al no haber partidos políticos que verdaderamente sean espacios de intermediación entre el pueblo y el gobierno o que se dediquen a diseñar el futuro nacional, lo que tenemos son expectativas ciudadanas que pugnan por abrirse campo de cualquier manera y en algunos casos de modo poco racional.
Y del otro lado, tenemos supuestos líderes (caudillescos, personalistas y mediocres) que tratan de sintonizar con la población o mejor dicho tratan de aprovechar las expectativas de la población.
En medio de todo ello, persiste la esperanza de la población por las soluciones a los problemas. Somos un país que camina con asuntos pendientes irresueltos, en los terrenos social, económico, cultural, material y medioambiental. El bienestar y el desarrollo no es una moneda de uso corriente, solo algunos la tienen.
La gran mayoría es espectadora del progreso y riqueza de algunos y de los sinsabores de su propia existencia personal y familiar. La promesa de la inversión privada que tapa los agujeros de la desigualdad y nos conduce hacia el primer mundo no se cumplió, ni se cumple.
Se mantienen vigentes las taras de los últimos 200 años de República. Pero con un importante detalle como apuntó el jurista e historiador Fernando de Trazegnies, tenemos una “modernización tradicionalista”, es decir, el Perú busca y logra modernizarse en diversos aspectos, pero mantiene prácticas y conductas anticuadas de raíz colonial.
Un ejemplo entre anecdótico y cruel: los modernísimos edificios del boom inmobiliario de nuestras principales ciudades mantienen una pequeña habitación de servicio con baño propio para la servidumbre.
No nos desatamos de las viejas prácticas del desprecio y la dominación. Frente a esas estructuras, principalmente mentales, muchos peruanos se rebelan y guardan la esperanza de una vida ciudadana justa, con oportunidades y en igualdad de condiciones, donde se respete el trabajo, la cultura propia, las creencias y sus deseos de superación.
Al parecer se han multiplicado los propagandistas de la desilusión y el pesimismo, debemos levantar la mirada y entender que la esperanza no se ha diluido –nunca se diluye- y que persiste en los corazones de la mayoría de los peruanos.
Eland Vera