Las agujas de aquel reloj se han quedado suspendidas y marcan las 5:27. La primera madrugada luego de mi último viaje quise saber la hora, una maldición retumbó en las paredes. Aquella noche se extendía interminable cuando dos felinos ojos chisporrotearon fuera de la ventana, me estremecí y con algo de temor mi mirada volvió a sumergirse en la oscuridad.
El recuerdo más lejano que hoy ha regresado a mi memoria es una lliclla multicolor y las trenzas de mi mamá, mis pequeñas manos juegan con su cabello -negro como la noche- abrigado de amor estoy cargado en su espalda. Hoy volviste y de pronto ya no te siento lejos; como por arte de algún sortilegio tu bondadosa mirada me contempla desde todos los lugares y la soledad se esfuma. Retrocediendo el tiempo quiero creer que nuevamente estoy al abrigo y la protección de tu lliclla, o tal vez de tu mantón sujetado por aquel plateado prendedor.
Aprendí a caminar en tus manos, tantas veces habré trastabillado y el doble de veces estuviste allí para sostenerme, darme ánimos y envolverme en tus ojos para siempre. Me refugié en tus polleras más veces de las que recuerdo, significó para mí un escondite cuando era yo el actor principal en alguna travesura, de algún plato roto o de algún deber no cumplido. Así fueron discurriendo los años, fuiste viéndome crecer junto a mis hermanos, tu mantón nos protegía de todo, de todo Marujita.
Por momentos todo se va componiendo pero nada es lo que parece, en cuanto bajo la guardia me sobrepasa tu nombre, me torturan tus palabras profetizando que ya no volveré y entonces lloro. Cada día son tres, cuatro o cinco veces en que me estrujas el corazón, me han dicho que los deje ir, yo les digo que sí, pero en el fondo no quiero, no tengo la menor intención de dejar nada. Un gato se escurre entre mis sueños, lo veo en la tienda, en el mercado, en el trabajo, sus verdes ojos me miran desde esa pared. Los días pasan inmisericordes y sin pausa.
Estoy esperando tu llamada para definir ese viaje, o para darme algunos consejos sobre cómo poner más apetecible algún platillo, tengo el móvil en la mano y la esperanza de leer mamá, que también significa amor.
Los recuerdos se tuestan al calor de un fogón que melódicamente crepita.
René Guzmán Aguilar